La isla de las diosas
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MOSCÚ, y la noche

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MOSCÚ, y la noche Empty MOSCÚ, y la noche

Mensaje  Invitado Jue Sep 11, 2008 2:26 am

Un paseo por discotecas, bares y locales variopintos que permanecen abiertos durante la noche en la capital rusa. Una ciudad de diez millones de habitantes con unas ganas locas de disfrutar.

Tverskaya ul., 12. Metro: Tverskaya o Pushkinskaya.

Un inmenso local, de varias salas, en un sótano. Abierto al público las 24 horas. Conciertos. Comida internacional y bebida para todos los gustos. 'A principios de los noventa, Moscú era una ciudad triste. Apenas había locales para salir. Algún casino y restaurantes para el que tenía mucha pasta. La gente normal quedaba con los amigos en casa, o compraban una botella entre varios que se bebían por la calle', explica Rafa, otro incondicional, con condiciones, de Rusia. Es una costumbre muy arraigada que los moscovitas siguen practicando. En el metro, alrededor del Kremlin, en una esquina. Solos y acompañados. Y eso que las posibilidades de salir por la noche se han elevado a la enésima potencia en los últimos años.

Ochinnikovski pr., 24. Metro: Novokuznetzkaya / Trediakovskaya.

Dom significa casa. Y el Dom -que, según explica el productor del local, no es un club, sino un centro cultural- rinde honor a su nombre: es más hogareño que la vivienda soviética, donde varias personas de una sola familia comparten habitación y donde varias familias comparten el hall de acceso a sus apartamentos. Conciertos a las 22.00 de música alternativa internacional. El público, sentado y frente a un escenario. El productor, que celebra con unos músicos albanos el éxito del concierto, asegura que los suyo no es sólo música: también ofrece happening, arte visual y alguna copa. Todo en directo.

Liubianksy Proezd pr-d., 25. Metro: Kitai Gorod.

Un bar de madera con tres salas donde uno puede sugerir en un buzón qué tipo de música quiere escuchar en directo: jazz, reggae, rock... También hay una chimenea. La gente charla en las mesas y Esther, que se aplica a una cerveza, explica. 'No es una ciudad que entre por los ojos. Pero si conoces un poco la cultura rusa, te apasiona porque en cualquier lugar hay referencias culturales. Topas con la casa de Gorki, o con una estatua de Tolstói'. Esther, al igual que el resto del lobby hispano-moscovita, conoce el carácter ruso por tres vías: por los libros, por sus alumnos de español en la universidad y por la gente que conoce en los bares.

Bolshoi Zlatoustinski pereulok, 7. Metro: Kitai Gorod.

Una muchedumbre se agolpa en la puerta y lucha por entrar. Esto parece Estudio 54 de Nueva York en sus mejores tiempos. Fuera: Ken y Barbie se dejan fotografiar por un fotógrafo de moda. Dentro: música electrónica. El portero señala a quienes deja pasar. Las mujeres más bellas del mundo vestidas de reinas house. Los hombres con pantalón de chándal y gafas geométricas de colores. También algún rezagado de la época soviética con chaqueta y corbata. En el baño, una princesita se seca la axila con el secador de manos. 'Los rusos son la única raza que no me ha hecho daño. Son muy ingenuos, muy románticos', confiesa Esther.

Piatnizkaya ul. Metro: Novokuznetzkaya o Trediakovskaya.

El Trieti Put es un bar en la tercera planta de una casa en el que a veces hacen conciertos, y pone a Manu Chau a todo trapo. Está lleno de rusos fascinados por los extranjeros que se enrollan por las buenas. Preguntan, en inglés chapurreado, que de dónde eres. Uno de ellos se presenta como el campeón de pulso de Georgia. Es muy robusto y va en serio. Machaca a todos sus rivales y se va ganando algunas copas para no quedarse sin gasolina. 'A los rusos nos gusta beber porque nos ayuda a comunicarnos', dice un jovencito que, como no ha viajado, desconoce que es un efecto más de un mundo globalizado.

Zvenigorodskoe sh., 4. Metro: Ulitza 1905.

Una nave industrial hace de discoteca. El diseño promete, pero luego no es para tanto. Música bakalao últimas tendencias, mezclada con canciones lentas, para que el personal se achuche un poco en una pista gigantesca que no aprieta. Dj en directo. 'A mediados de los noventa, las pocas discotecas que había eran para guiris. Hoy eso ha cambiado mucho', dice Rafa.

Ul. Volochaevskaya ul., 11/15. Metro: Ploshchad Ilicha.

Una discoteca de ambiente equipada de serie con cuarto oscuro. Los chicos, con los chicos. Las chicas, con las chicas. Hay también excepciones: una esquina oscura donde una pareja se lo monta de pie, mientras un grupo les mira con curiosidad científica. 'En los tiempos soviéticos, la homosexualidad estaba perseguida. Ahora hay muchos locales de gays y lesbianas', comenta Rafa. Mi amiga Cristina -que sólo sabe decir en ruso perestroika y Gorbachov- se va al baño y vuelve con una visión del más allá que ha tenido: un travestido embutido en un minúsculo traje de lentejuelas haciendo pis de pie en el WC de las chicas. Es la estrella de la disco. La estrella que en breve canta 'don't hate me because I'm beautiful', mientras se va quedando en tanga. 'Lo más interesante de vivir en Moscú es que es una sociedad en pleno cambio', explica. Y afirma que las peceras que hay, en vez de paredes, se suelen llenar de personas para hacer strip-tease.

8/12 Potapovsky Pereulok, 2. Atravesando un patio.

Metro: Chistie Prudi / Kitai Gorod).

Un local de conciertos donde dan de comer sin interrupción las 24 horas del día. Rafa pide cervezas para todos, menos para Esther, que, reaparecida junto a su amor de un día, se ha quedado dormida. Esther abre un ojo, gira la cabeza hacia él y pregunta a su compañera de piso con curiosidad: '¿Quién es éste?'. Su compañera de piso se ríe. Explica que ella vendió todo lo que tenía en Barcelona y tiró para Moscú después de que pactara consigo misma una ruptura viajando sola en el Transiberiano. Los tiene a todos enamorados. Un tipo de la mesa de al lado, con gafas amarillas tipo angelote de Charlie, se acerca y le ofrece una ramita de perejil. Ella explica que cuando era pequeña, en su pueblo de Zaragoza, vivía una mujer muy bella que tocaba el piano, de la que se decía que era Anastasia, la hija del zar asesinado. Fue entonces cuando se dio cuenta de que Rusia era un país misterioso y extraño. Esther, que ya ha recordado al nativo, quiere ir a un local hermano: el Pirogi.

Pyatnitskaya, 29/8. Metro: Tretyakovskaya / Novokuznetsskaya.

Un club con la misma política que el Ogi. Los dueños han superado el after hours y han decidido mantenerlo abierto las 24 horas del día. Dos plantas con infinidad de salas. Comida internacional y una librería muy cuidada, donde los rusos compran best-sellers. Exposiciones de arte. Y muchos extranjeros. 'No sé si me gusta Rusia. La gente te empuja en el metro y puede ser muy desagradable. Pero eso ocurre en cualquier capital del mundo. Yo sólo sé que el otro día estuve caminando sobre el mar Báltico, que estaba helado, y me dio un subidón', comenta un miembro del lobby. 'Pues yo sólo sé que volver a Madrid ahora sería como volver a un pueblo', dice Esther.

En lo más parecido a un taxi. En Moscú, además de moverte en metro, que funciona hasta la 1.00 -transporte por el que opta parte del colectivo hispano-, uno puede coger un taxi oficial o simplemente parar cualquier coche. Es una opción más barata. Tan sólo haciendo lo que hace Esther para volver a casa: subida en la acera, saca la mano y en menos de un minuto para un Lada. Ella negocia el precio y el resto del grupo se monta. Todos menos su novio por un día, que se queda mirando con cara de 'me han estafado'. Y alguien explica que hay dos diarios en inglés gratuitos, distribuidos por los bares, para no perder el rumbo en la noche moscovita: Life Style, de corte tradicional, y The Exile, que hace un ranking de locales nocturnos según las posibilidades de salir acompañado o magullado.

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