LOS RELATOS DEL DR. PHOENIX
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LOS RELATOS DEL DR. PHOENIX
Me permito compartirles una experiencia con una novia que tuve hace años:
Recuerdo que como cada tarde de visita, nos encontrabamos en la sofá de su casa; ella recostaba su cabeza sobre mis piernas para conversar sobre los temas del día, mientras tanto yo le acariciaba su cara.
Todo sucedió en ese rojo sofa de su casa. Esa tarde mis caricias fueron poco a poco a más. A lo mucho que ella me permitía hacer fue pasar mis manos por sus senos (Elevados y muy bellos por cierto); pero esa día fue distinto. Siempre he sido persistente; mientras me acercaba para besarla mi mano derecha recorría su entrepierna. Ella llevaba unos jeans ajustados pero con cierta agilidad logré desabotonarlos. Fue entonces cuando antes de percatarse, mi mano ya estaba muy adentro. Era una zona más que tibia, algo caliente diría yo. Era la primera vez que sentía con la palma de mi mano, sus pequeños bellos; la textura de sus labios mayores me transmitían un agradable cosquilleo. La espalda de ella arqueo un poco debido a la invasión que había perpetrado; pero ya era demasiado tarde para resistirse. Antes que pronunciara palabra, mis labios se acercaron insistentemente a los suyos; en ese momento sentí los efectos de su exitación: sus labios menores ya se encontraban húmedos al tacto con mis dedos mismos que bajaban y subian por la parte, en ese instante, más caliente de su cuerpo.
Fue entonces cuando sentí que su clítoris estaba durísimo, no dudé en frotarlo en casi todas direcciones; sin embargo, los frotes circulares con las constantes introducciones de mis dedos en la profundidad de su intimidad lograron que se entregara a mi entero capricho por masturbarla. Nuestras miradas enviaban mensajes de complicidad. Mientras tanto le susurré mis ganas por hacerla mía... confieso que prometí hacerle el amor en las formas más locas que la situación me provocaba. En sus mejillas se notaba ya el calor y el color de la lujuría. Su tono de voz ya era otro, sonaba entrecortado, cuando me dijo: HAZME TUYA... elevó mucho más sus caderas y mis dedos quedaron cogidos fuertemente entre sus labios menores; las rítmicas contracciones hacia su interior me decían que su orgasmo había sido en extremo exquisito. Ya relajados los dos, nos miramos nuevamente al tiempo que le rodeaba con mi brazos y yo me acerqué a su oído para decirle cuanto la amaba, en ese rojo sofá de su casa.
Recuerdo que como cada tarde de visita, nos encontrabamos en la sofá de su casa; ella recostaba su cabeza sobre mis piernas para conversar sobre los temas del día, mientras tanto yo le acariciaba su cara.
Todo sucedió en ese rojo sofa de su casa. Esa tarde mis caricias fueron poco a poco a más. A lo mucho que ella me permitía hacer fue pasar mis manos por sus senos (Elevados y muy bellos por cierto); pero esa día fue distinto. Siempre he sido persistente; mientras me acercaba para besarla mi mano derecha recorría su entrepierna. Ella llevaba unos jeans ajustados pero con cierta agilidad logré desabotonarlos. Fue entonces cuando antes de percatarse, mi mano ya estaba muy adentro. Era una zona más que tibia, algo caliente diría yo. Era la primera vez que sentía con la palma de mi mano, sus pequeños bellos; la textura de sus labios mayores me transmitían un agradable cosquilleo. La espalda de ella arqueo un poco debido a la invasión que había perpetrado; pero ya era demasiado tarde para resistirse. Antes que pronunciara palabra, mis labios se acercaron insistentemente a los suyos; en ese momento sentí los efectos de su exitación: sus labios menores ya se encontraban húmedos al tacto con mis dedos mismos que bajaban y subian por la parte, en ese instante, más caliente de su cuerpo.
Fue entonces cuando sentí que su clítoris estaba durísimo, no dudé en frotarlo en casi todas direcciones; sin embargo, los frotes circulares con las constantes introducciones de mis dedos en la profundidad de su intimidad lograron que se entregara a mi entero capricho por masturbarla. Nuestras miradas enviaban mensajes de complicidad. Mientras tanto le susurré mis ganas por hacerla mía... confieso que prometí hacerle el amor en las formas más locas que la situación me provocaba. En sus mejillas se notaba ya el calor y el color de la lujuría. Su tono de voz ya era otro, sonaba entrecortado, cuando me dijo: HAZME TUYA... elevó mucho más sus caderas y mis dedos quedaron cogidos fuertemente entre sus labios menores; las rítmicas contracciones hacia su interior me decían que su orgasmo había sido en extremo exquisito. Ya relajados los dos, nos miramos nuevamente al tiempo que le rodeaba con mi brazos y yo me acerqué a su oído para decirle cuanto la amaba, en ese rojo sofá de su casa.
Dr.Phoenix- Cantidad de envíos : 3
Fecha de inscripción : 25/09/2008
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