Las diosas de cada mujer
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Las diosas de cada mujer
¿Es usted una mujer cuya mente está siempre enfocada hacia el trabajo, las cuentas bancarias, y las estrategias? ¿O acaso una romántica sin metas claras, que espera la llegada de un príncipe? ¿Le apasiona todo lo que suponga crear, es enamoradiza y sabe disfrutar del placer de los sentidos?... Estas son algunas de las diosas que conforman las psiques femeninas y que, todas juntas, así como la parte masculina o ánimus, integran la Diosa que hay dentro de usted.
Hubo un tiempo muy lejano, en que Dios era mujer. Gaia para los griegos, Hathor en Egipto, Eda entre los escandinavos... la Diosa adquirió mil formas y nombres, pero se halla presente en el origen de todas las culturas. El gran poder de la Diosa residía en que presidía el principio femenino de la Creación, asociado al misterio de la procreación. En los primitivos contextos animistas, donde se desconocía el papel del varón en la reproducción, esta facultad se atribuía a una causa sobrenatural. De ahí que la Diosa simbolizara la capacidad de transformar, de dar vida. Por ello, la mujer era la medida de todas las cosas. Sus ciclos menstruales se relacionaban con los ciclos lunares, que claramente incidían en fenómenos naturales como las mareas.
El matriarcado legó esta religiosidad a la sociedad patriarcal posterior y así se prolongó su vigencia en la antigüedad. En su visión, todo estaba unido. La mujer transformaba, creaba y nutría, pero también necesitaba la energía masculina para hacer alquimia. Hombre y mujer eran la integración de dos poderosas energías cósmicas conectadas: acción y sentimiento, razón y magia, amor y sabiduría. Esto es, según Olga Escuder, psicoterapeuta transpersonal, lo que barre y aniquila más tarde la evolución histórica del patriarcado al desacralizar el principio femenino y subordinarlo al masculino, generando una herida en el hombre y en la mujer. A partir de cierto momento, como nos explica, «hombre y mujer reprimen respectivamente sus energías femeninas y masculinas internas, haciendo que la acción y el sentimiento vivan desconectados en sus almas».
Pero la conexión de las dos vertientes es posible, puesto que el poder de la Diosa vive en cada mujer, en forma de cualidades arquetípicas, según sostiene Chris Waldherr en La diosa dentro de ti (Robin Book, 1998). La toma de conciencia y el desarrollo de estos arquetipos internos, que son las diosas (y dioses), así como su armonización, conducen a la mujer (como le ocurre al hombre) a la plenitud psíquica, pues habrá logrado integrar a sus deidades interiores con todos sus rasgos.
Cada humano, hombre o mujer es un ser completo, como una bola facetada de cristales que contiene todas las deidades. Por distintas circunstancias, se activan unos u otros arquetipos; es decir, aunque una mujer se identifique con una energía femenina determinada, podrá potenciar más otras por efecto del entorno familiar cuando es una niña, o los de la sociedad siendo adulta. Así aunque una niña sienta una fuerte presencia de Artemisa, la diosa de la naturaleza, independiente y feminista, si sus padres la educan para que sea dulce como la miel, ella, para ser aceptada, se entregará a Perséfone, la doncella sumisa y complaciente, reprimiendo el arquetipo dominante de su psique. La sociedad es otro factor que fomenta algunas diosas y condena a otras. Tradicionalmente, las diosas potenciadas eran Perséfone, la hija, Hera, la esposa y Démeter, la madre. Afrodita, la deidad del amor, fue condenada como «la prostituta». Ahora, con los logros feministas, las diosas más reconocidas son Atenea, arquetipo de la mujer triunfadora, Artemisa y Afrodita.
Por otro lado, las fases por las que pasa una mujer en su desarrollo también son causa de la activación de diferentes arquetipos. De esta manera, en su adolescencia puede ser una Perséfone, la doncella sin metas claras, conectada con sus sentidos y a la espera de venga algo o alguien capaz de arrebatarla, y cuando sienta su sexualidad y empiece a tener relaciones con distintos chicos surja en ella la bella Afrodita, que le dará la capacidad de enamorarse.
Las tres diosas q lucharon por poseer el título a la más bella del Olimpo: Hera-Juno , Atenea-Minerva y Afrodita-Venus
Re: Las diosas de cada mujer
La mitologia, con su antigua sabiduria,
se nos ofrece para ayudarnos. Ella nos habla
a traves de simbolos; es decir, en terminos
de imagenes que nos resultan familiares en la
vida diaria, pero que en el contexto mitologico
poseen connotaciones especificas, ademas
de los significados convencionales.
Las huellas arqueologicas nos muestran que
desde el periodo paleolitico superior aparece
la presencia de la deidad femenina.
Conocida con muchos nombres, la gran diosa era
venerada como una fuerza femenina conectada con
la naturaleza y la fertilidad, responsable de
la creacion y la destruccion de la vida.
En la mitologia griega antigua, los atributos
a la gran diosa se dividieron entre diosas
diferentes, que representan dimensiones
especificas femeninas antes encarnadas en
una figura unica omnipotente.
Las diosas griegas son imagenes de mujeres que
han vivido en la imaginacion de la humanidad por
mas de tres mil años.Los arquetipos mas estudiados
desde la perspectiva psicologica corresponden a
6 diosas ubicadas entre los 12 del Olimpo.
Estas son Hesta,Hera,Artemisa,Atenea,Afrodita
y Demeter a este ultima se agrega su hija
Persefone, cuya mitologia no se puede separar
de la de su madre.
Autores Junguianos han dividido estas siete
diosas en tres categorias.
VIRGENES, VULNERABLES, ALQUIMISTAS.
Las diosas Virgenes corresponden:
Artemisa es la diosa de la caza
y de la luna
Atenea es la diosa de la sabiduria
y la guerrera
Hestia la diosa del hogar..
Las diosas virgenes representan la cualidad de la
independencia en las mujeres
Al contrario de las demas diosas Diosas del olimpo
estas no podian enamorarse.
Los apegos emocionales no las desviaban de lo que
consideraban importante.
Como arquetipos expresan la necesidad de autonomia
de las mujeres y la capacidad de centrar su conciencia
en que lo que tiene sentido personalmente para ellas
Las diosas vulnerables corresponden:
Hera la diosa del matrimonio
Demeter la diosa de las cosechas y
se enfatiza con su rol de madre.
Persefone al arquetipo de hija.
Estas diosas representan los papeles tradicionales
de la esposa, la madre e hija.
Son los arquetipos orientados hacia las relaciones,
cuyas identidades y bienestar dependen de tener un
vinculo significativo.Poseen una conciencia tipo
difusa asociada a una actitud receptiva y atenta a
los otros.
La diosa Alquimica corresponde a :
Afrodita Diosa del amor y la belleza
Se ubica como unica integrante de la categoria diosas
alquimicas se alude con ese nombre al poder de
transformacion que ella por si sola poseia.
Creaba amor, belleza, sensualidad, sexualidad y
nueva vida, entablaba relaciones por decision propia
y nunca fue victimizada.
Su conciencia era receptiva y al mismo tiempo
estaba concentrada
El arquetipo de Afrodita motiva a las mujeres a
perseguir mas intensidad que la permanencia de
las relaciones, a valorar el proceso creativo y a
estar abiertas al cambio.
Conocer a las diosas nos permite darnos cuenta
de que podemos ser varias mujeres a la vez,
diversas situaciones vinculadas a la epoca
historica, medio socioeconomico, familia en
que nos toca nacer,asi tambien como nuestra
etapa de la vida, hacen que se enfaticen ciertos
arquetipos sobre otros.
De este modo adquirimos identidad en su ejercicio,
desarrollando lealtades, frente a ellos,
permaneciendo desconocedoras de otras
que permanecen dormidas en nuestro interior.
El reconocerlos y sentir que podemos funcionar
con las diosas en conjunto nos permite integrar
distintas dimensiones y armonizar aspectos de
nosotras mismas creemos excluyentes.
En compañia de ellas podemos avanzar en su
desarrollo personal, que respete e incluya
nuestras contradicciones, deseos, necesidades.
cuyas identidades y bienestar dependen de tener
un vinculo significativo.
se nos ofrece para ayudarnos. Ella nos habla
a traves de simbolos; es decir, en terminos
de imagenes que nos resultan familiares en la
vida diaria, pero que en el contexto mitologico
poseen connotaciones especificas, ademas
de los significados convencionales.
Las huellas arqueologicas nos muestran que
desde el periodo paleolitico superior aparece
la presencia de la deidad femenina.
Conocida con muchos nombres, la gran diosa era
venerada como una fuerza femenina conectada con
la naturaleza y la fertilidad, responsable de
la creacion y la destruccion de la vida.
En la mitologia griega antigua, los atributos
a la gran diosa se dividieron entre diosas
diferentes, que representan dimensiones
especificas femeninas antes encarnadas en
una figura unica omnipotente.
Las diosas griegas son imagenes de mujeres que
han vivido en la imaginacion de la humanidad por
mas de tres mil años.Los arquetipos mas estudiados
desde la perspectiva psicologica corresponden a
6 diosas ubicadas entre los 12 del Olimpo.
Estas son Hesta,Hera,Artemisa,Atenea,Afrodita
y Demeter a este ultima se agrega su hija
Persefone, cuya mitologia no se puede separar
de la de su madre.
Autores Junguianos han dividido estas siete
diosas en tres categorias.
VIRGENES, VULNERABLES, ALQUIMISTAS.
Las diosas Virgenes corresponden:
Artemisa es la diosa de la caza
y de la luna
Atenea es la diosa de la sabiduria
y la guerrera
Hestia la diosa del hogar..
Las diosas virgenes representan la cualidad de la
independencia en las mujeres
Al contrario de las demas diosas Diosas del olimpo
estas no podian enamorarse.
Los apegos emocionales no las desviaban de lo que
consideraban importante.
Como arquetipos expresan la necesidad de autonomia
de las mujeres y la capacidad de centrar su conciencia
en que lo que tiene sentido personalmente para ellas
Las diosas vulnerables corresponden:
Hera la diosa del matrimonio
Demeter la diosa de las cosechas y
se enfatiza con su rol de madre.
Persefone al arquetipo de hija.
Estas diosas representan los papeles tradicionales
de la esposa, la madre e hija.
Son los arquetipos orientados hacia las relaciones,
cuyas identidades y bienestar dependen de tener un
vinculo significativo.Poseen una conciencia tipo
difusa asociada a una actitud receptiva y atenta a
los otros.
La diosa Alquimica corresponde a :
Afrodita Diosa del amor y la belleza
Se ubica como unica integrante de la categoria diosas
alquimicas se alude con ese nombre al poder de
transformacion que ella por si sola poseia.
Creaba amor, belleza, sensualidad, sexualidad y
nueva vida, entablaba relaciones por decision propia
y nunca fue victimizada.
Su conciencia era receptiva y al mismo tiempo
estaba concentrada
El arquetipo de Afrodita motiva a las mujeres a
perseguir mas intensidad que la permanencia de
las relaciones, a valorar el proceso creativo y a
estar abiertas al cambio.
Conocer a las diosas nos permite darnos cuenta
de que podemos ser varias mujeres a la vez,
diversas situaciones vinculadas a la epoca
historica, medio socioeconomico, familia en
que nos toca nacer,asi tambien como nuestra
etapa de la vida, hacen que se enfaticen ciertos
arquetipos sobre otros.
De este modo adquirimos identidad en su ejercicio,
desarrollando lealtades, frente a ellos,
permaneciendo desconocedoras de otras
que permanecen dormidas en nuestro interior.
El reconocerlos y sentir que podemos funcionar
con las diosas en conjunto nos permite integrar
distintas dimensiones y armonizar aspectos de
nosotras mismas creemos excluyentes.
En compañia de ellas podemos avanzar en su
desarrollo personal, que respete e incluya
nuestras contradicciones, deseos, necesidades.
cuyas identidades y bienestar dependen de tener
un vinculo significativo.
Re: Las diosas de cada mujer
¿Muchas diosas o una sola?
CARLOS GARCÍA GUAL 17/09/2005
Es muy atractivo encontrar reunidas tantas figuras divinas, tantas diosas de varias culturas en una larga galería, y bien acompañadas por muy sugestivas y, en general, bien comentadas ilustraciones. Recorriendo estas ochocientas y pico páginas pasamos de la Diosa Madre del paleolítico a la Virgen María visitando por el camino a las diosas más famosas del mundo antiguo, como Innana, Isis, Isthar, Hera, Deméter, Afrodita, Atenea, Perséfone y la Virgen María, entre otras. Se citan además numerosos textos de larga resonancia religiosa, compuestos en honor de estas estupendas deidades femeninas. La presentación editorial está a la altura de este espléndido tropel de figuras divinas de seductoras apariencias.
La lectura es amable, pero deja pronto en el aire una interrogación fundamental: ¿por qué las dos autoras se empeñan en convertirlas a todas ellas en meros disfraces de una misma diosa? ¿Acaso esa milenaria y fecunda divinidad maternal representada por las estatuillas del paleolítico y el neolítico, espejeada en la Luna, es la misma deidad que aparece como Isthar, o Hera, o Atenea, o la Virgen María, y es una sola que se esmera en revestir aquí y allí disfraces oportunos a cada contexto religioso y cultural? Esa idea es aquí un prejuicio de partida desde el que estas dos psicoanalistas norteamericanas enfocan, invocando el credo junguiano y el programa comparativo de Campbell, y dan por demostrada su tesis.
Sin embargo, el significado religioso y las consideraciones sobre los aspectos de sus respectivos trasfondos merecería mucha más reflexión crítica. Toda la erudición tan atractiva y vistosa reunida se bambolea sobre ese dudoso presupuesto: todas estas imágenes femeninas son disfraces de la Gran Diosa, una divinidad miriónima y de múltiples rostros. Casi como un paralelo divino de aquel esquemático "héroe de las mil caras" del libro de J. Campbell. (¿Serán también todos los dioses máscaras de un solo dios?).
El problema es demasiado importante como para despacharlo aquí en pocas líneas, pero, en todo caso, la demostración debe correr a cargo de los tenaces defensores de esa hipótesis unitaria y paradójica. Es cierto que, en muchos casos, se repiten símbolos y algunos episodios, ya que el imaginario colectivo de las diversas culturas no deja de ser un repertorio naturalmente limitado, y los signos sagrados e iconos reaparecen acá y allá. Vemos diosas con palomas y mariposas en muy varias imágenes y son varias las deidades que viajan al país de los muertos; pero semejantes coincidencias en símbolos sueltos no indican la identidad del personaje en cuestión. El politeísmo no es una fiesta carnavalesca en que un mismo dios -o una pareja de dioses- adopte ocasionales y variadas máscaras.
Por otra parte, las autoras
del libro, impulsadas por su hermenéutica, incurren con muchísima frecuencia en asertos que al estudioso del mundo antiguo o al historiador de las religiones le parecen toscas e imprecisas. Por ejemplo: "En la mitología griega Zeus se casaba con las antiguas diosas madre" (página 13) o que "la asunción en cuerpo y alma al cielo de la virgen María como reina no se reconoció hasta los años cincuenta del siglo XX, debido a su condición de segunda Eva" (ídem). Toman pie de algún dato, pero se exageran y desvían las referencias históricas. (La coronación celeste de María era reconocida muchos siglos antes de su proclamación como dogma, como sabe cualquiera). De igual modo, se dice que Zeus procede de Creta, "hijo-amante de la diosa en Creta", porque una tradición mítica local sitúa allí su nacimiento, o que Deméter es una diosa lunar, como "lo son todas las diosas griegas", que derivan de una misma divinidad preolímpica. (Ya lo sospechaba Robert Graves con su diosa blanca). En fin, todas las aguas vienen a parar al molino del mito de la diosa. Prefiero no mencionar las elucubraciones sobre el culto de María. Pero, para ejemplificar este tipo de exégesis citaré unas líneas el capítulo sobre el Grial: "No pueden separarse las imágenes del Grial del gnosticismo ni de la alquimia, ni de la mitología de la diosa y su hijo-amante; quizás ni siquiera de la cábala. El rey pescador, como Osiris, Adonis y Atis, yace herido en la ingle, incapaz de regenerar los campos de la tierra baldía. ¿Quién va a ser, sino el hijo-amante de la diosa, que eternamente resucita y muere?" (página 738; el comentario continúa con las mismas mezclas de figuras, en un alarde mistérico digno de las novelas de Dan Brown).
Las autoras recogen una erudición notable y una exégesis simbolista bien conocida, con renovado y exagerado énfasis. Puede contrastarse con el del libro de Christine Downing, La diosa. Imágenes de lo femenino (Paidós), que trataba de las imágenes de las diosas griegas y su valor simbólico con un enfoque psicológico freudiano moderado. Hay, en verdad, muchas diosas y muchos mitos. Bajo muy diversas formas se han deificado imágenes femeninas y aspectos de la feminidad, a lo largo de los siglos y las religiones, pero el mito de la diosa, como protoarquetipo de todos los relatos, es una hipótesis harto metafísica. Suponer que bajo todas las deidades femeninas se camufla la misma figura de la diosa madre (¡incluso en figuras tan poco maternales como las griegas Atenea y Ártemis, o la misma Hera!) es empobrecer la semántica de los mitos. En ellos no son los símbolos sueltos los que definen los significados, sino su relación, su estructura y la función en cada cultura. Y en ella existen con su estupenda diversidad esencial. La atractiva diversidad que atestiguan tan buenas ilustraciones parece contradecir esa tesis.
© Diario EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200
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CARLOS GARCÍA GUAL 17/09/2005
Es muy atractivo encontrar reunidas tantas figuras divinas, tantas diosas de varias culturas en una larga galería, y bien acompañadas por muy sugestivas y, en general, bien comentadas ilustraciones. Recorriendo estas ochocientas y pico páginas pasamos de la Diosa Madre del paleolítico a la Virgen María visitando por el camino a las diosas más famosas del mundo antiguo, como Innana, Isis, Isthar, Hera, Deméter, Afrodita, Atenea, Perséfone y la Virgen María, entre otras. Se citan además numerosos textos de larga resonancia religiosa, compuestos en honor de estas estupendas deidades femeninas. La presentación editorial está a la altura de este espléndido tropel de figuras divinas de seductoras apariencias.
La lectura es amable, pero deja pronto en el aire una interrogación fundamental: ¿por qué las dos autoras se empeñan en convertirlas a todas ellas en meros disfraces de una misma diosa? ¿Acaso esa milenaria y fecunda divinidad maternal representada por las estatuillas del paleolítico y el neolítico, espejeada en la Luna, es la misma deidad que aparece como Isthar, o Hera, o Atenea, o la Virgen María, y es una sola que se esmera en revestir aquí y allí disfraces oportunos a cada contexto religioso y cultural? Esa idea es aquí un prejuicio de partida desde el que estas dos psicoanalistas norteamericanas enfocan, invocando el credo junguiano y el programa comparativo de Campbell, y dan por demostrada su tesis.
Sin embargo, el significado religioso y las consideraciones sobre los aspectos de sus respectivos trasfondos merecería mucha más reflexión crítica. Toda la erudición tan atractiva y vistosa reunida se bambolea sobre ese dudoso presupuesto: todas estas imágenes femeninas son disfraces de la Gran Diosa, una divinidad miriónima y de múltiples rostros. Casi como un paralelo divino de aquel esquemático "héroe de las mil caras" del libro de J. Campbell. (¿Serán también todos los dioses máscaras de un solo dios?).
El problema es demasiado importante como para despacharlo aquí en pocas líneas, pero, en todo caso, la demostración debe correr a cargo de los tenaces defensores de esa hipótesis unitaria y paradójica. Es cierto que, en muchos casos, se repiten símbolos y algunos episodios, ya que el imaginario colectivo de las diversas culturas no deja de ser un repertorio naturalmente limitado, y los signos sagrados e iconos reaparecen acá y allá. Vemos diosas con palomas y mariposas en muy varias imágenes y son varias las deidades que viajan al país de los muertos; pero semejantes coincidencias en símbolos sueltos no indican la identidad del personaje en cuestión. El politeísmo no es una fiesta carnavalesca en que un mismo dios -o una pareja de dioses- adopte ocasionales y variadas máscaras.
Por otra parte, las autoras
del libro, impulsadas por su hermenéutica, incurren con muchísima frecuencia en asertos que al estudioso del mundo antiguo o al historiador de las religiones le parecen toscas e imprecisas. Por ejemplo: "En la mitología griega Zeus se casaba con las antiguas diosas madre" (página 13) o que "la asunción en cuerpo y alma al cielo de la virgen María como reina no se reconoció hasta los años cincuenta del siglo XX, debido a su condición de segunda Eva" (ídem). Toman pie de algún dato, pero se exageran y desvían las referencias históricas. (La coronación celeste de María era reconocida muchos siglos antes de su proclamación como dogma, como sabe cualquiera). De igual modo, se dice que Zeus procede de Creta, "hijo-amante de la diosa en Creta", porque una tradición mítica local sitúa allí su nacimiento, o que Deméter es una diosa lunar, como "lo son todas las diosas griegas", que derivan de una misma divinidad preolímpica. (Ya lo sospechaba Robert Graves con su diosa blanca). En fin, todas las aguas vienen a parar al molino del mito de la diosa. Prefiero no mencionar las elucubraciones sobre el culto de María. Pero, para ejemplificar este tipo de exégesis citaré unas líneas el capítulo sobre el Grial: "No pueden separarse las imágenes del Grial del gnosticismo ni de la alquimia, ni de la mitología de la diosa y su hijo-amante; quizás ni siquiera de la cábala. El rey pescador, como Osiris, Adonis y Atis, yace herido en la ingle, incapaz de regenerar los campos de la tierra baldía. ¿Quién va a ser, sino el hijo-amante de la diosa, que eternamente resucita y muere?" (página 738; el comentario continúa con las mismas mezclas de figuras, en un alarde mistérico digno de las novelas de Dan Brown).
Las autoras recogen una erudición notable y una exégesis simbolista bien conocida, con renovado y exagerado énfasis. Puede contrastarse con el del libro de Christine Downing, La diosa. Imágenes de lo femenino (Paidós), que trataba de las imágenes de las diosas griegas y su valor simbólico con un enfoque psicológico freudiano moderado. Hay, en verdad, muchas diosas y muchos mitos. Bajo muy diversas formas se han deificado imágenes femeninas y aspectos de la feminidad, a lo largo de los siglos y las religiones, pero el mito de la diosa, como protoarquetipo de todos los relatos, es una hipótesis harto metafísica. Suponer que bajo todas las deidades femeninas se camufla la misma figura de la diosa madre (¡incluso en figuras tan poco maternales como las griegas Atenea y Ártemis, o la misma Hera!) es empobrecer la semántica de los mitos. En ellos no son los símbolos sueltos los que definen los significados, sino su relación, su estructura y la función en cada cultura. Y en ella existen con su estupenda diversidad esencial. La atractiva diversidad que atestiguan tan buenas ilustraciones parece contradecir esa tesis.
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